Como dice el prólogo de «Hogar bajo Su gracia»: «Este libro debe ser leído por todas las mujeres casadas que quieran agradar a Dios con sus vidas». Y me atrevería a decir que las no casadas también, si quieren aprender desde antes, a cómo hacer un hogar que glorifique a Dios.

El libro comienza mostrando nuestro diseño como hombres y mujeres y cómo eso se aplica a la vida en el hogar. Navega sobre los temas del matrimonio y la maternidad y cómo vivirlos de una manera que le de gloria a Dios. Al final de cada capítulo, tiene un apartado para reflexionar y preguntas de estudio, lo que lo hacen un libro buenísimo para estudiar en un grupo de mujeres.

Mi capítulo favorito es en el que Karla hace un estudio magistral sobre la mujer de Proverbios 31. Me encanta cómo la baja del pedestal en la que muchas veces la ponemos y nos cuenta cómo podemos aplicar los principios de este pasaje a nuestra vida práctica como esposas y mamás.

Mis frases favoritas

«Necesitamos la gracia de Dios para vivir cada día agradándole y haciendo Su voluntad en todo momento, en los días felices y los grises, en donde hay risas y en los que hay aflicción».

«Como cristianas, no debemos de ver la vida de forma horizontal, sino vertical: puestos los ojos en lo eterno».

«El molde de este mundo siempre nos quedará justo, nos ahogará y minimizará porque no fuimos creadas para vivir encasilladas a la forma de pensar de otro ser mortal. Fuimos creadas para vivir en libertad con el Único ser que es capaz de llevarnos a vivir plenas en la eternidad».

“Dios es soberano, todo tiene un propósito y estamos en el lugar exacto porque Su gracia nos ha alcanzado”. 

«Edificar tu hogar es una obra de arte porque en él es donde el corazón de nuestros hijos es formado y nutrido».

«Mientras tengamos vida en esta tierra hay esperanza porque tenemos oportunidad de enmendar errores y de comenzar a vivir la maternidad de manera que glorifique a Dios».

“La belleza que nace de nuestra relación con Dios por medio de Jesucristo, es eterna”. 

«Todos los padres tienen el solemne deber de enseñar a sus hijos sobre Dios y Su obra salvadora, de modo que la próxima generación conozca y sea salvada».

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